jueves, 1 de octubre de 2009

NO DEBISTE PISAR ESPLUGUES, FORASTERO


Todos en el autocar del colegio sabíamos el punto exacto de la autopista: en dirección a Molins de Rei, a la derecha, aplastábamos la nariz en el cristal para disfrutar de la visión fugaz de un poblado del oeste con sus casas con porches de madera y rótulos donde ponía Sheriff, Wells & Fargo y Saloon. Era el poblado construido por los Estudios Balcázar cerca de Barcelona conocido como Esplugues City.
La primera película que allí se rodó fue Pistoleros de Arizona (1964) que elevó al estrellato al aragonés Fernando Sancho, el eterno mejicano de estas producciones. La vi años después en un programa doble y aún recuerdo las carcajadas de los espectadores cuando asomaba claramente una botella de Anís del Mono en una estantería del Saloon.
Por sus polvorientas calles cabalgaron Robert Taylor, Charles Boyer, Klaus Kinsky, Christopher Lee, Jack Elam y Lex Barker entre otros. Para los papeles de indios contaban con los gitanos de las chabolas del Llobregat. Hasta el mítico John Wayne se paseó por Esplugues aunque no para actuar; el poblado fue el lugar elegido por Balcázar para una juerga flamenca cuando Wayne y Rita Hayworth vinieron a Barcelona para rodar El fabuloso mundo del circo (1965)
Después de casi un centenar de títulos –entre ellos Con la muerte a la espalda (1966) primera película española en 3-D- los estudios se vieron en 1972 con los días contados por el declive del spaghetti western y la inminente ampliación de la autopista. La última película rodada fue Le llamaban Calamidad, un bodorrio con un final espectacular: el incendio controlado de Esplugues City.
Algún día me pasaré por la gasolinera que está justo enfrente del lugar donde se levantó el poblado del oeste. Puede que los empleados me hablen del ulular de coyotes que se oye por las noches y de fantasmales tumbleweed (bolas de hierba seca) que ruedan por la autopista.

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